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Agradezco la invitación de Tomás Abraham para presentar el presente libro junto al prestigioso Rabino Sergio Bergman
Tomás Abraham a través de todas sus obras tiene la virtud de acercarnos en tiempo y espacio a la filosofía; recuerdo un prólogo de un libro de filosofía leído por allá en mi primera juventud que decía que la mayoría de la gente piensa sobre la filosofía, antes de acercarse a su estudio, que no le gusta. Y este acercamiento Tomás lo logra aceptando el desafío de articular filosofía y coyuntura nacional, tiempo y espacio con pensamiento.
Tomás Abraham, a pesar de ser una figura de la intelectualidad, tiene una mirada de la realidad, un análisis y una manera de transmitir que no es la de un personaje separado del contexto. Muchas lecturas que llegan a nuestras manos hoy, son buenas piezas literarias, seguramente de valor, pero se agotan en sí mismas, en su misma condición. En cambio los libros que nos entrega Tomás Abraham, tal vez por su experiencia docente, tal vez por su incursión empresaria, tal vez por las reflexiones colectivas en los seminarios de los jueves, o por todas estas razones combinadas con su fuerte personalidad, siempre nos dejan pensando sobre el tiempo que nos toca vivir; y particularmente este libro, a partir de una excelente construcción literaria, nos deja en cada artículo la sensación de continuar con el tema rondando en la mente luego de terminado un título o cerrado el libro. Así fue con Tensiones Filosóficas, La Empresa de Vivir, Pensamiento Rápido, así es con El Presente Absoluto.
Estamos ante una personalidad argentina que hace de sus producciones una referencia obligada para la búsqueda de alternativas superadoras.
Todos aquellos que estamos ocupados y preocupados en nuestro presente colectivo debemos preguntarnos: ¿Qué fue diciembre de 2001 para los argentinos?, ¿Qué representa aún hoy?
Diciembre de 2001 es una bisagra en la historia contemporánea, es el mayor cimbronazo en todo el tiempo democrático. Sin dudas representa un antes y un después en la historia reciente de nuestro país.
Tomás Abraham tiene suerte (y me hago cargo del término) por cuanto cierra Pensamiento Rápido con el fin de la década oprobiosa de los 90 y abre este nuevo ciclo con una mirada sin concesiones pero esperanzadora de la argentina desde aquel 2001 hasta la actualidad. Dice Tomás: “Ese grito de 2001 pide una reforma del Estado, porque sin Estado no hay sociedad”… “Sin un Estado mejor la sociedad se empobrece en su conjunto y carece de objetivos salvo el enriquecimiento de cada uno y el sálvese quién pueda”
Artículos varios con aproximación a los fenómenos cotidianos van enhebrando su concepción filosófica con la realidad particular del país y con la manera de relacionarse de los ciudadanos argentinos. “El país es un territorio sectorizado de intereses que no se conjugan en una estrategia común”, pero también nos alecciona en una clara actitud responsable diciendo que… ”Nada mejora si no es en años y de a poco; la constancia de una política para el bienestar y la constancia de una sociedad que apoye un camino gradual”
Cada artículo contiene una idea de país, una mirada del país que transitamos y de aquello que podemos hacer hacia adelante. No es la noticia, la crónica que se mira y se olvida; el hecho que elige para pensar y describir no se agota como el show del momento sino que tiene el sentido de ubicuidad y de levantar la mirada hacia el futuro. Todo el libro y cada una de sus partes contiene una visión esperanzadora que se sintetiza cuando dice: “Si queremos que algo cambie, lo que tenemos que hacer es impedir que nos roben un presente esperanzador para muchos”.
Como este libro es un mensaje a la esperanza, corresponde que cada quien, desde su lugar, piense y articule filosofía con la coyuntura institucional que le toca vivir. Me permito hacer un ensayo sobre mi partido, el socialista, y decir que este partido más que centenario está en crisis y lo está por la crisis de las ideas. Aquí la referencia de Tomás Abraham, de mejoramiento del estado y acompañamiento de la gente, debe ser el punto de partida para construir, desde el marco teórico del socialismo, un partido fortalecido con ideas innovadoras de la realidad y que vea en la ética del diálogo y en la suma con otras fuerzas políticas y sociales la herramienta para el cambio, como pretendemos hacerlo en la provincia de Santa Fe con el Frente Progresista.
No podemos dejar de citar el novedoso apéndice del libro que refiere al mapa conceptual de la política argentina. Aquí incursiona por diferentes palabras que usamos cotidianamente y cuyas interpretaciones son variadas aunque nunca precisas; Tomás Abraham las interpreta y así las utiliza en todo el desarrollo del libro.
Finalmente a un círculo de representantes de diversos estamentos, nombres que seguramente podemos hacer aquí en forma generosa, olfas, autoridades de pasarela y otras, los define como partícipes del corralito dorado. Tomás Abraham no entra al corralito dorado de la intelectualidad, baja al barro, va a lo concreto y hace de la filosofía algo que le guste a la gente.
Así como Tomás Abraham sale del corralito dorado, el libro es una invitación, para que cada argentino haga lo mismo; desde su especialidad, desde la política proponiendo y haciendo, y desde la sociedad participando. Está en nosotros, sus lectores, que aceptemos el desafío.
Agradezco la invitación de Tomás Abraham para presentar el presente libro junto al prestigioso Rabino Sergio Bergman
Tomás Abraham a través de todas sus obras tiene la virtud de acercarnos en tiempo y espacio a la filosofía; recuerdo un prólogo de un libro de filosofía leído por allá en mi primera juventud que decía que la mayoría de la gente piensa sobre la filosofía, antes de acercarse a su estudio, que no le gusta. Y este acercamiento Tomás lo logra aceptando el desafío de articular filosofía y coyuntura nacional, tiempo y espacio con pensamiento.
Tomás Abraham, a pesar de ser una figura de la intelectualidad, tiene una mirada de la realidad, un análisis y una manera de transmitir que no es la de un personaje separado del contexto. Muchas lecturas que llegan a nuestras manos hoy, son buenas piezas literarias, seguramente de valor, pero se agotan en sí mismas, en su misma condición. En cambio los libros que nos entrega Tomás Abraham, tal vez por su experiencia docente, tal vez por su incursión empresaria, tal vez por las reflexiones colectivas en los seminarios de los jueves, o por todas estas razones combinadas con su fuerte personalidad, siempre nos dejan pensando sobre el tiempo que nos toca vivir; y particularmente este libro, a partir de una excelente construcción literaria, nos deja en cada artículo la sensación de continuar con el tema rondando en la mente luego de terminado un título o cerrado el libro. Así fue con Tensiones Filosóficas, La Empresa de Vivir, Pensamiento Rápido, así es con El Presente Absoluto.
Estamos ante una personalidad argentina que hace de sus producciones una referencia obligada para la búsqueda de alternativas superadoras.
Todos aquellos que estamos ocupados y preocupados en nuestro presente colectivo debemos preguntarnos: ¿Qué fue diciembre de 2001 para los argentinos?, ¿Qué representa aún hoy?
Diciembre de 2001 es una bisagra en la historia contemporánea, es el mayor cimbronazo en todo el tiempo democrático. Sin dudas representa un antes y un después en la historia reciente de nuestro país.
Tomás Abraham tiene suerte (y me hago cargo del término) por cuanto cierra Pensamiento Rápido con el fin de la década oprobiosa de los 90 y abre este nuevo ciclo con una mirada sin concesiones pero esperanzadora de la argentina desde aquel 2001 hasta la actualidad. Dice Tomás: “Ese grito de 2001 pide una reforma del Estado, porque sin Estado no hay sociedad”… “Sin un Estado mejor la sociedad se empobrece en su conjunto y carece de objetivos salvo el enriquecimiento de cada uno y el sálvese quién pueda”
Artículos varios con aproximación a los fenómenos cotidianos van enhebrando su concepción filosófica con la realidad particular del país y con la manera de relacionarse de los ciudadanos argentinos. “El país es un territorio sectorizado de intereses que no se conjugan en una estrategia común”, pero también nos alecciona en una clara actitud responsable diciendo que… ”Nada mejora si no es en años y de a poco; la constancia de una política para el bienestar y la constancia de una sociedad que apoye un camino gradual”
Cada artículo contiene una idea de país, una mirada del país que transitamos y de aquello que podemos hacer hacia adelante. No es la noticia, la crónica que se mira y se olvida; el hecho que elige para pensar y describir no se agota como el show del momento sino que tiene el sentido de ubicuidad y de levantar la mirada hacia el futuro. Todo el libro y cada una de sus partes contiene una visión esperanzadora que se sintetiza cuando dice: “Si queremos que algo cambie, lo que tenemos que hacer es impedir que nos roben un presente esperanzador para muchos”.
Como este libro es un mensaje a la esperanza, corresponde que cada quien, desde su lugar, piense y articule filosofía con la coyuntura institucional que le toca vivir. Me permito hacer un ensayo sobre mi partido, el socialista, y decir que este partido más que centenario está en crisis y lo está por la crisis de las ideas. Aquí la referencia de Tomás Abraham, de mejoramiento del estado y acompañamiento de la gente, debe ser el punto de partida para construir, desde el marco teórico del socialismo, un partido fortalecido con ideas innovadoras de la realidad y que vea en la ética del diálogo y en la suma con otras fuerzas políticas y sociales la herramienta para el cambio, como pretendemos hacerlo en la provincia de Santa Fe con el Frente Progresista.
No podemos dejar de citar el novedoso apéndice del libro que refiere al mapa conceptual de la política argentina. Aquí incursiona por diferentes palabras que usamos cotidianamente y cuyas interpretaciones son variadas aunque nunca precisas; Tomás Abraham las interpreta y así las utiliza en todo el desarrollo del libro.
Finalmente a un círculo de representantes de diversos estamentos, nombres que seguramente podemos hacer aquí en forma generosa, olfas, autoridades de pasarela y otras, los define como partícipes del corralito dorado. Tomás Abraham no entra al corralito dorado de la intelectualidad, baja al barro, va a lo concreto y hace de la filosofía algo que le guste a la gente.
Así como Tomás Abraham sale del corralito dorado, el libro es una invitación, para que cada argentino haga lo mismo; desde su especialidad, desde la política proponiendo y haciendo, y desde la sociedad participando. Está en nosotros, sus lectores, que aceptemos el desafío.
Domingo 22 de abril
Feria del Libro- Buenos Aires.-
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